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Y para conocer un poco más a nuestro científico, dejo un articulo que escribi sobre su vida:
“…Cada avance del conocimiento y la invención se lo debemos a la libertad individual, una libertad sin la cual no vale la pena vivir…” Albert Einstein.
César Milstein fue uno de los mayores científicos del Siglo XX. Revolucionó la ciencia moderna y debido a su trabajo es considerado un benefactor de toda la humanidad. Es el quinto argentino en ganar un premio nobel, el tercero que lo recibiría por sus aportes a la ciencia (los otros dos son de la paz). Fue en 1984 cuando saltó a la fama internacional por ser el último argentino hasta ahora en ser reconocido con ese premio. Pero detrás de este suceso hay muchísimos años de trabajo, estudio, militancia libertaria, indiferencia y represión en su país por diferentes dictaduras, pero sobre todo, durante su trayectoria hubo un amor febril por la libertad, la naturaleza y sus secretos, que trató de develar hasta el final de sus días con su herramienta preferida: La Ciencia. Desde pequeño siempre estuvo enamorado de la ciencia, para él hacer ciencia tenía valor en sí mismo, ese valor era el mismo conocimiento.
Nació el 8 de Octubre de 1927 segundo hijo de una familia obrera y libertaria de la ciudad de Bahía Blanca, Argentina. Su padre, Lázaro Milstein, era un vendedor viajero de origen judío, pero no religioso, pertenecía a la Liga de Educación Racionalista que luchaba por una educación laica y anarquista en contra de la religiosa y autoritaria. Lázaro había huido de Ucrania en su juventud hacia Bahía Blanca, una pequeña ciudad-puerto al sur de la provincia de Buenos Aires, escapando del servicio militar obligatorio de su país.
La madre de Cesar, Máxima Vapniarsky (Mashe, como le decía Lázaro), era una directora de escuela en Bahía Blanca, también era anarquista militante y de familia judía proveniente de Rusia, se conoció con Lázaro Milstein en una colonia judía entrerriana. Los padres de César le inculcaron siempre un fuerte sentido de la cultura y la ciencia a pesar de ser “un chico peleador y un hijo muy difícil”, como se definió él mismo. Uno de su más queridos regalos de la infancia fue el libro “Los cazadores de microbios” de Paul de Kruif, voluminoso libro donde se describe la vida de varios científicos, estos relatos tuvieron un profundo impacto en el niño César, quien se maravillaba leyendo sobre la vida de esos hombres, y desde entonces para él la ciencia fue sinónimo de aventura, imaginándose a sí mismo como un continuador de esas increíbles historias. A los 9 o 10 años, se contagió del entusiasmo de una prima suya que trabajaba en el Instituto de investigación bacteriológico Malbrán.
Milstein tenía 17 años cuando viajó a Buenos Aires junto a su hermano Oscar e inicia sus estudios. Se instala en la antigua pensión “La Lola”, un lugar de bajos recursos en el barrio Monserrat, donde además de estudiantes del interior habitaban unas cuantas prostitutas con las cuales a veces compartía mates durante las tardes. Allí en la capital argentina junto a Oscar comienza su militancia estudiantil desde muy temprano, César llega a ser presidente del centro de estudiantes universitario. A pesar de la insistencia de sus padres, el bahiense no dejó de trabajar mientras estudiaba y rechazó el dinero que le ofrecían diciendo que “las becas no se consiguen de esa manera, no vienen de los padres, yo la quiero tener de otra manera”, siendo así estudiante y obrero textil en la fábrica Grafa, donde lo echaron por llegar siempre tarde y más adelante ejerció oficio en un laboratorio de análisis clínicos, que le agradaba más. Fuera de la universidad organizaba actividades de difusión cultural del anarquismo.
“…Mi corazón siempre estuvo en el centro de estudiantes de Química. Nuestra consigna fue mantener vivos los centros de estudiantes cuando la dictadura hacía esfuerzos por cerrarlos, y por eso en nuestro centro poníamos mucho énfasis en actividades que podríamos llamar sindicalistas. Pusimos una cooperativa y de allí me viene el apodo ‘Pulpito’… Mis opiniones eran las mías, pero jamás influidas o manejadas desde afuera. Yo estaba en el grupo editorial de La Protesta, el viejo periódico anarquista…”
El grupo editor del periódico La Protesta estaba conformado en esos años por Eduardo Colombo, Guillermo Savloff, Jorge Solomonoff, Gregorio Naso, Antonio López, Vicente Francomano, Carlos Torres, Jorge Periés, César y Oscar Milstein quienes escribían y traducían artículos para la publicación, entre muchos otros admirables compañeros.
Durante su presidencia del Centro de Estudiantes en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y todo su periodo de estudiante, César defiende la reforma universitaria, que conformaba un movimiento estudiantil en contra de la educación elitista y clerical, a favor de la libre expresión del pensamiento y el razonamiento científico frente al dogmatismo, entre otras reivindicaciones. Ya en su primer año de cursada viaja a Santa Fe en junio de 1945 para participar en las jornadas de reforma y es detenido. Salió en libertad al poco tiempo ya que era menor de edad y su hermano se encargó de sacarlo de la comisaría, no obstante había perdido la conciencia por los duros golpes recibidos por parte de la policía.
La defensa de la reforma universitaria tiene su punto más álgido en la huelga estudiantil del 5 de Octubre de 1954. Ese día el Centro de estudiantes de ingeniería participó en la entrega de diplomas a los egresados que fue celebrada en el patio de la facultad de Ciencias Exactas, desobedeciendo una orden del Decano, entonces este ordenó a la policía que reprima a los asistentes. Una multitud de estudiantes chocó contra la policía. Se desató una batalla campal cuyo resultado fueron heridos, lesionados y más de cien detenidos. Todos los que defendían la reforma estudiantil fueron apaleados y cabe destacar que no era fácil unir a todo este grupo de estudiantes en una sola acción (entre ellos existían numerosos grupos de disimiles ideologías; como por ejemplo radicales, socialistas, liberales, anarquistas, y humanistas cristianos), pero ese día el odio hacia la policía peronista los unió en rebelión. El estudiantado apaleado fue trasladado a las cárceles de Devoto y Olmos, a las jóvenes las llevan a la correccional de Mujeres y el Buen Pastor, fueron todos puestos a disposición del Poder ejecutivo. La dictadura fascista del general Perón (disfrazada de democracia progresista, como en casi todos los gobiernos peronistas argentinos, con o sin Perón a la cabeza) impuso el Estado de Sitio.
A los pocos días todos los centros de estudiantes de la capital agremiados en la FUBA se sumaron a la lucha. En la semana siguiente se suceden réplicas de la huelga estudiantil en La Plata, Santa Fe, Rosario y Tucumán con actos públicos, mítines callejeros, manifestaciones y toma de facultados. En el mes de octubre de 1954 había cerca de 150 alumnos presos en Devoto. Aproximadamente 100 en La Plata, 67 en Olmos y 18 mujeres en el Correccional.
Toda organización estudiantil pasa a la clandestinidad. Hay prófugos, exiliados, las reuniones se hacen en casas de familias. El 16 de Octubre se lleva a cabo una inminente asamblea en Ciencias Exactas que fue reprimida y dispersada por la policía, los estudiantes se unen en una protesta masiva por la calle Florida. Nuevamente el gobierno responde con represión, allí estaban Milstein y Eduardo Colombo entre otros compañeros libertarios. Durante cinco meses los estudiantes fueron la bandera de lucha contra el peronismo autoritario, pasando todo ese tiempo en las cárceles. Delegaciones de estudiantes de Chile y Uruguay viajan hacia la capital Argentina para visitar a los reclusos, el ministro Ángel Borlengui les niega el permiso para ir a las cárceles y Héctor Cámpora afirma ante la prensa que en la Argentina “no hay presos políticos”. El último estudiante salió liberado el 31 de marzo de 1955.
Pero Milstein no sólo recibió golpizas por parte de la policía mientras estuvo estudiando química, también conoce a la compañera de su vida, Celia Prilleltensky. En 1953 se casan y van de viaje un año entero por Europa, este viaje fue posible gracias al aporte de sus padres y la solidaridad de sus compañeros de militancia y amigos cercanos, además de viajar y disfrutar los nuevos paisajes trabajaron en algunos lugares para extender su estadía en aquellos lados. En su paso por París, asisten a un congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que seguramente se tratase sobre la sección de la C.N.T. en el exilio (sindicato anarquista español). Luego regresaron a Buenos Aires y César continuó con su tesis en el laboratorio del doctor Andrés Stoppani y trabajó en el Instituto Malbrán donde había trabajado anteriormente aquella prima suya que tanto lo había entusiasmado con la labor científica de ese instituto cuando era niño.
Por esos años además de estudiar y trabajar, junto a su hermano Oscar concurre a la biblioteca José Ingenieros que había sido clausurada desde 1949 hasta el 1956 por el gobierno de Juan Domingo Perón, ahora derrocado. Los hermanos iban a la biblioteca como integrantes del grupo del periódico anarquista La Protesta, como cuenta Gabriel Pietro, amigo de la familia Milstein y militante libertario, no sólo participaban en ese periódico, sino que también de la Agrupación Estudiantil Anarquista con su órgano de difusión llamado “De Pie” junto a Emilio Muse, Armando Socas y Luis Alberto Murray entre otros. Cesar y Oscar asimismo participaron en la “Asociación de Educación Libre” (ADEL) una escuela racionalista que funcionaba en la biblioteca José Ingenieros, esta estructura educativa fue fundada e ideada por Guillermo Savloff.
El gigante compañero Savloff era un maestro normal nacional, pedagogo, profesor universitario, redactor del periódico La Protesta y anarquista militante. Además era Secretario académico de la UBA, profesor especializado en Filosofía y Pedagogía del instituto de profesorado de Lomas de Zamora. A los 34 años ya había creado y manejado la dirección de los departamentos de extensión universitaria en la UBA y UNLP (Universidad Nacional de ciudad de La Plata) con su primera sede en la biblioteca popular José ingenieros. En la UNLP también se desempeñó como docente de la Facultad de periodismo y ciencias de la comunicación. Guillermo Savloff coordinaba además experiencias comunitarias entre la universidad y los sectores populares. Como dijimos, Guillermo fundó en 1956 la escuela racionalista ADEL en la biblioteca José Ingenieros, la escuela no sólo se basó en las recomendaciones de los congresos de la Federación Obrera Regional Argentina (La F.O.R.A. adherida a la AIT, la Internacional anarquista, que en sus congresos y sociedades de resistencia impulsaba a crear escuelas libertarias) sino que también se basó en los métodos de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer I Guardia, un famoso pedagogo español asesinado en 1909 por sus ideas anarquistas.
En la ADEL, Guillermo Savloff daba clases de periodismo, Gregorio Masu sociología, Jorge Periés puericultura y sexualidad, César Milstein impartía clases de biología, funcionando así hasta el año 1958. Esta fue la última escuela racionalista de la Argentina, su lema era “Hacia la libertad por la educación”. Muchos años más tarde Savloff sería asesinado por la triple A (la Alianza Anticomunista Argentina, un grupo paramilitar fundado por Juan Domingo Perón), durante el gobierno de Isabel Perón, segunda esposa del general. El 20 de enero de 1976 lo secuestraron, saquearon completamente su casa y horas después su cadáver fue encontrado acribillado a balazos en un descampado a las afueras de capital provincial. La década del 70 se destacó por la brutal represión hacia los movimientos sociales, pero para ese entonces César ya había abandonado el país definitivamente, porque veía venir estos oscuros tiempos de nuestra historia.
En 1958 Milsten es recomendado por su supervisor de tesis, Andrés Stoppani, a una beca del British Council para la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Viaja allí con su compañera Celia, y hace su segundo doctorado en el laboratorio de bioquímica de la prestigiosa universidad trabajando con Malcom Dixon, un inminente enzimólogo, y el doctor Fred Sanger, que sería premio nobel en 1958 y 1980. César se siente a gusto en este nuevo ambiente, y lo reconoce como muy colaborativo y fraternal. En este periodo César elige como área de estudio la fosfoglucomutasa, efectuando así importantes descubrimientos y desarrollando nuevas técnicas de trabajo sobre esta enzima. Luego de de obtener su segundo doctorado Cesar y Celia Milstein vuelven a la Argentina en 1962 trabajando nuevamente en el instituto bacteriológico Malbrán, donde publican artículos de gran relevancia e importancia internacional. Pero hubo ese año un golpe de Estado y la dictadura no veía con buenos ojos a aquel centro científico, ya que era dirigido por los mismos investigadores y no por el poder político gracias a la gestión de su director Ignacio Pirosky que tenía una visión progresista de la ciencia. El doctor Tiburcio Padilla, ministro de salud pública, decidió suspender al director del instituto, entonces los trabajadores protestaron enérgicamente contra la administración. Padilla entonces acusa a los científicos en huelga de malgastar los fondos del Estado y les sentenció:
“ustedes tienen mucho nivel científico, en este país no tienen futuro, ¿porque no se van? Los intelectuales se tienen que ir, si son todos comunistas y judíos”.
La dictadura dejó cesantes a varias personas a cargo de Milstein, quien pide su reintegración inmediata o su indeclinable renuncia. Con la negativa de las autoridades, nuestro investigador se convence que no lograría avanzar en sus experimentos científicos en un país donde las dictaduras eran sucedidas por otras con diferente nombre, pero igual de represivas y censurantes. Entonces resuelve viajar a Inglaterra para volver trabajar con su amigo Fred Sanger, quien gustosamente lo recibió en su laboratorio recientemente inaugurado. Allí comenzó una investigación sobre las antitoxinas, (llamadas anticuerpos o inmunoglobulinas), que daría resultados colosales en el mundo de la ciencia y la medicina. Las antitoxinas son moléculas de proteínas que se pueden usar para tratar personas y hacerlas inmunes a ciertas enfermedades serias y hasta mortales como el cáncer. César Milstein logró la fusión entre una célula que producía anticuerpos, con una célula tumoral (un mieloma), de forma que obtuvo una célula híbrida, que crecía indefinidamente pero era inmunológicamente pura, inmortal, es decir un anticuerpo monoclonal. Se fundó así la ingeniería de los anticuerpos y la biotecnología.
Se publicaron los resultados, la noticia corrió rápidamente en el ambiente científico de la época, pero el descubrimiento no fue patentado, Milstein pudo haberse convertido en multimillonario, pero jamás recibió ningún dinero por estos hallazgos y se sorprendía de mala manera cuando veía los exorbitantes precios que cobraban las empresas farmacéuticas que lucraban con su trabajo. Fiel a sus ideas libertarias, él decía:
“La ciencia solo cumplirá sus promesas, cuando sus beneficios sean compartidos equitativamente entre los verdaderos pobres del mundo”.
En 1984 todos los medios argentinos cubrieron la noticia que César había ganado el premio Nobel de Medicina por su trabajo en el área de inmunología. El 15 de Octubre de ese año fue a recibirlo en Estocolmo, Suecia, y tuvo que usar un frac por única vez en su vida. Según su sobrina Diana Milstein, le resultó muy entretenido eso de andar disfrazado de traje, aunque sea por unas cuantas horas. Él siempre fue una persona muy amable y sencilla, incluso en Inglaterra jamás se preocupó por copiar el acento inglés, si bien estaba rodeado de científicos afamados, con abundantes premios, menciones de universidades, institutos y fundaciones, “nunca se la creyó” y se encargó de remarcar su “extranjerosidad”, se tomaba muy en serio su trabajo pero no las formalidades. Poco después de recibir el Nobel declaró:
“Soy un antitotalitario, un antimilitarista y un antinacionalista. Creo que los nacionalismos son el opuesto a la ciencia, que es universal”.
En 1987, cuando regresó de visita a su ciudad natal, la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca le otorgó el título honoris causa por sus logros académicos, y fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad. En 1993 recibe el Premio Konex (Fundación Kinex Argentina) junto al Dr. Rene G. Favaloro, por su legado a la ciencia y tecnología de la argentina. Ese año rechazó el ofrecimiento del Ministerio de Salud para recibir un cargo en la Argentina. En 1999 César da charlas en la Universidad de Buenos Aires, en la Facultad de ciencias exactas sobre “La curiosidad como fuente de Riqueza”. En abril del año 2000 el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, lo invitó a regresar al país, Milstein le respondió:
“A los viejos déjennos en paz. Nada de repatriación. Promuevan a los científicos jóvenes”.
Su aventura terminó el 24 de Marzo de 2002, cuando fallece en Cambridge por una afección cardiaca.
En el año 2007 se creó el Instituto de Ciencia y Tecnología César Milstein (ICT Milstein) como unidad ejecutora del CONICET, para promover y estimular la promoción del conocimiento científico y tecnológico en la Argentina. El 8 de Octubre de 2008, aniversario de su nacimiento, se levantó un monumento en honor a su trayectoria en la ciudad de Bahía Blanca. En esa ciudad una escuela primaria lleva su nombre. Y hay postales del correo argentino con su nombre y foto.
Tuvo otros homenajes menos celebrables como una fotografía suya en el salón de los científicos de La Casa Rosada Argentina. Y en 2011 Ricardo Roa, editor general de Clarín, en motivo de una huelga estudiantil bonaerense, publicó una vergonzosa editorial titulada “Es mejor parecerse a Moyano que a Milstein“. En esas penosas líneas desconoce completamente la lucha del investigador ácrata en sus horas de estudiante para terminar comparando los métodos de huelga del estudiantado con los de un peronista burgués como Moyano que se hace pasar por trabajador, viviendo de un discurso sindicalista obsecuente, demagogo y burocrático, que representa todo contra lo que Milstein luchó.
Afortunadamente su recuerdo se ve en muchas otras distinciones más agradables como por ejemplo el documental “Un Fueguito, La Historia de César Milstein” (2010) producido por su sobrina nieta Ana Fraile. En ese excelente largometraje Ana muestra muy claramente los aportes de su tío-abuelo a la ciencia médica basándose en entrevistas a familiares, amigos y compañeros de trabajo del afamado investigador. El documental ya ha sido presentado en Londres, Cambridge y Oxford (en ocasión de la apertura de la cátedra César Milstein). Incluso otro sobrino suyo, Martín Freire, director de orquesta en la Universidad de Standford, Estados Unidos, fue el encargado de musicalizar la película. En “Un Fueguito” podemos ver entre muchos otros a Colin Ward, histórico militante anarquista inglés y amigo de César desde su llegada a dicho país, leyendo estas palabras:
“Como producto de una actividad socialmente organizada. El conocimiento científico es muy diferente al jabón. Y aquellos que planifican la ciencia menosprecian la diferencia sin importarles el precio. La ilusión de que existe una ciencia natural, pura y separada de toda participación de la sociedad está desapareciendo rápidamente. Pero tiende a ser reemplazada por la reducción vulgar de la ciencia a ser una rama de la industria comercial o militar. Y esta ciencia será corrupta y sus resultados se utilizarán precipitadamente, causando una catástrofe social y ecológica, a menos que haya una nueva comprensión del tan especial trabajo de la investigación científica.”
Una de las últimas grandes menciones a Milstein fue en octubre de 2013 con la apertura de un Hospital que lleva su nombre, el centro de salud reemplaza al viejo Hospital Francés de Buenos Aires. Pero tal vez el cumplido más imaginativo sea el de Horacio Destaillats, químico, inventor, escritor, compañero anarquista y amigo de Milstein en la UBA. En su libro “Cuentos y sucedidos” (2003), César es protagonista junto con su compañera Celia y Paco, su perro, de “Crónicas Inconclusas” el relato que cierra esta obra de ciencia-ficción donde narra que un meteorito está a punto de chocar contra el planeta Tierra y Milstein es uno de los pocos científicos que conocen el secreto para salvarlo.
“…Esta sencilla historia no sería completa de no hacer una confesión; y es esta; Nos apasionan los cazadores de microbios, y no especialmente por los descubrimientos que hicieron ni por los beneficios que reportaron a la humanidad, nos entusiasman por la clase de hombres que son. Y decimos que son, porque en nuestra memoria vive cada uno de ellos hasta que nuestro cerebro deje de recordar.”
Paul Kruif “Cazadores de Microbios” (1939)
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